martes, 15 de marzo de 2011

La escuela fisiocrática


En esta entrada intentaré desarrollar la otra escuela económica (en la entrada anterior desarrollé la escuela mercantilista) que influyó en muchos de los pensamientos económicos de la era moderna: “la escuela fisiocrática”.

Los fisiocráticos: esta escuela se desarrolló entre los siglos XVII y XVIII y sostenía que el Estado no debía interferir en los procesos productivos/comerciales más allá de proteger los derechos a la vida, a la propiedad y mantener la libertad contractual de las partes, es decir, se basaba en un pensamiento de libre mercado (tanto laboral como productivo). Esta escuela rechazaba todas las ideas proteccionistas de la escuela mercantilista, y de ellos nació la famosa frase “laissez faire, laissez passer”, que traducido al castellano significa “libertad de actividad mercantil en el interior y comercio exterior libre”. Defendían con uñas y dientes todo lo relacionado a la agricultura porque sostenían que era el único sector que podía llegar a generar valor agregado en la economía de un país. Por eso fomentaban la mejora en los sistemas de producción agropecuaria (cultivo-cosecha) para aumentar su productividad (que no es lo mismo que decir “la producción”). ¿Y por qué sostenían ésto? Porque de esta manera aumentaría la proporción destinada a los terratenientes, lo cual haría aumentar luego la demanda de productos agrícolas y, por consiguiente, la riqueza de una nación. A diferencia de la escuela “mercantilista”, esta escuela afirmaba que la riqueza de un país sólo se justificaba con su capacidad productiva y no con la cantidad de oro y plata que dispusiera.

Muchos de ustedes quizá se pregunten: ¿qué tiene que ver toda esta teoría con el término “fisiocrático”? Bueno, ese término deriva de un vocablo griego que significa “el gobierno de la naturaleza”. Y ahora se entiende mejor, para ellos el crecimiento económico de un país se centraba únicamente en la mejora de los niveles productivos de sus suelos porque —para ellos— la circulación de la riqueza y de los bienes en una economía era como la circulación de la sangre en un cuerpo. ¿Se entiende mejor? Creo que sí, bueno, al menos yo lo entendí mejor.
En fin, eran defensores a ultranza de la libre competencia. Modelos como éste se desarrollaron por doquier durante el siglo XX, sobre todo al culminar la segunda guerra mundial.
Llevando esta escuela a nuestras tierras, a nuestro querido país argentino, se puede afirmar que uno de sus primeros defensores ha sido el General Manuel Belgrano, héroe de nuestra patria.
Por último quisiera recomendar el libro “Economía: Principios y Aplicaciones”, firmado por los economistas argentinos Francisco Mochón y Víctor A. Beker, libro que estudié apasionadamente al desarrollar mis estudios universitarios en la U.B.A., y que ha servido de fuente en estas últimas dos y humildes entradas.