martes, 2 de agosto de 2011

José de San Martín: su retiro (8)

José de San Martín regresa a Mendoza en enero de 1823. Desde allí, solicita una autorización para retornar a Buenos Aires: su esposa estaba muy enferma. El ministro de gobierno del gobernador Martín Rodríguez, Bernardino Rivadavia, se lo niega debido a que corría peligro su vida si regresaba a la ciudad: los unitarios querían enjuiciarlo porque San Martín había apoyado a los caudillos del Interior y, además, había desobedecido a una orden impartida por el gobierno para reprimir a los federales. Parece una broma de muy mal gusto pero ese lamentable suceso realmente ocurrió.

La salud de su esposa empeoraba y San Martín viaja de todas formas a Buenos Aires. Al arribar, su mujer ya había fallecido, el 3 de agosto de 1823. Fue sepultada en el Cementerio de la Recoleta.

Sepultura de Remedios de Escalada

Los unitarios lo acusan de haberse convertido en un conspirador. En consecuencia, San Martín decide marcharse del país junto a su hija, que había estado al cuidado de su abuela. Mientras tanto, los luchas internas entre unitarios y federales parecen no tener un final.

Parte hacia el puerto de El Havre, en Francia. Ya tenía 45 años y a pesar de haber sido generalísimo del Perú, capitán general de la República de Chile y general de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tuvo que exiliarse. Luego de un breve período en Escocia, se instalan en Bruselas y después en París. Lo único que le importaba era educar a su hija Mercedes. De hecho, en 1825 redacta las Máximas para Merceditas, donde vuelca todos sus ideales educativos. Este tema será tratado en una próxima publicación.

Ofrece sus servicios a las autoridades argentinas con motivo de la guerra con Brasil, sólo después de la renuncia de su despreciado enemigo Rivadavia a la presidencia, pero la guerra ya había prácticamente concluido.

En marzo de 1829, intenta regresar a Buenos Aires.

El inaudito ninguneo de algunos porteños, perdón, de algunos unitarios desinformados, o quizá, ignorantes y malintencionados como nadie, te ha hecho más grande aún de lo que ya eras, excelentísimo general San Martín.