jueves, 15 de diciembre de 2016

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #308)


El niño indio no mostraba la cara. No porque no quisiera sino porque su ausencia desesperaba, quebrantaba la calma. Se suponía que caminaba a nuestras espaldas, pero en la inmensidad de aquella noche, donde los recuerdos abrumaban y las responsabilidades pesaban toneladas, nuestro principito no estaba. Tan sólo vislumbraba ese caballo con cara de nada que, meneando la cola con una indiferencia que enfadaba, insinuaba que del otro lado no había un alma. La luna solidaria nos había enseñado una pastura lo suficientemente confortable como para confundirla con el colchón de una cama, pero nuestro pequeño valiente ni siquiera exponía el resplandor de su aura, y yo la extrañaba, tanto o más que la comodidad de un techo y una hornalla que nunca se apaga.