sábado, 24 de diciembre de 2016

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #314)



¡Volvieron, volvieron!, exclamaba mi princesa, señalando algo que, atropelladamente, enmudecía su voz. Yo también me quedaba en boquiabierto silencio, porque esos cuernos curvados, que a duras penas habíamos divisado en la lobreguez del abismo de aquella noche de estío, tan profundo como el cielo y el misterioso espacio exterior, no eran de un toro agresivo ni mucho menos de un muflón, aquellos cuernos curvados eran del gran cabrón, y los ojitos tensos eran del indiecito, que sentado en el lomo del macho cabrío parecía un avezado domador. No podía escapar de mi asombro, pero la felicidad del reencuentro me hacía sonreír, y el rostro de Sofía rebosaba emoción, excepto el caballo, que aislado de nosotros relinchaba sin pudor, tal vez ninguneado por una criatura con aspecto de sátiro pero dueño de un noble corazón.