sábado, 14 de enero de 2017

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #325)


Pobre niño indio, se estaba poniendo pálido. La piel de su rostro se estaba rajando, y ya estaba lagrimeando, pese a que no podía verle los ojos de león desventurado. Sofía se acercaba para consolarlo con sus brazos. «No llores», repetía ella, sin soltarlo. Oír sus sollozos de niño malhadado me hacía sentir un desalmado. Además de un estólido, descorazonado. Encima estaba tiritando, siempre con las piernas cruzadas y su pequeña cabeza inclinada hacia abajo, como si le pesara demasiado. Tenía que hacer algo. Una bandada de pájaros blancos surcaba el cielo pero descendía en un descampado donde apenas podía divisarlos. Estimaba no menos de quinientos metros de sus plumajes albos. Retirando mis nalgas de la tierra tórrida, me paraba para hallar lo que el niño estaba necesitando. Nadie seguía mis pasos, excepto el gato y unos mosquitos más sedientos que nosotros que me picaban los brazos. Por cierto no podía ahuyentarlos. Ni siquiera estrujándolos.