viernes, 3 de marzo de 2017

EL IMPERIO DEL SOL (EPISODIO #352)


Cada piedra que caía me producía una inmensa agonía. Yo estaba a salvo, a unos veinte metros del muro que lentamente cedía, con mi amigo el gato, que arañándome la pierna me pedía algo que no comprendía, pero el desdichado cabrón padecía una pedrada que me retorcía, me revolvía todas las tripas. Las piedras le molían, como el trigo cuando se hace harina. Sin embargo no se movía. Me aliviaba saber que no sufría. De todos modos la pena me consumía. Las lágrimas me surcaban las mejillas. El famoso cabrón de Goya me había enseñado que su desprestigio era una impostura inmerecida.



FIN DEL CAPÍTULO V

FIN DE “EL IMPERIO DEL SOL”

Continuará… tal vez en la misma bitácora