sábado, 25 de marzo de 2017

UNA BÚSQUEDA DESESPERADA (EPISODIO #357)


Varios metros delante, tras unos treinta —o tal vez cuarenta— minutos de fatigosa caminata, hallaba un sinnúmero de piedras repartidas a lo largo y ancho de una superficie terregosa, como si alguien se hubiese encargado de tironear los pastos para arrancarlos de cuajo, todas milimétricamente estructuradas que hasta daba la impresión de que se rozaban, pero increíblemente no se tocaban, dándome a pensar que representaban cosas insospechadas. Mi limitada altura no me permitía contemplarlas. Soltaba el gato para pensar con calma. Como era de esperarse, caía parado entre unas piedras que le cercaban. Adentrándome con la mirada en la vasta pampa buscaba algo que me sirviera para examinarlas. A unos cien metros divisaba un árbol alto, de similares características a las de un algarrobo blanco. En su extremo superior se había deshojado. Tal vez por falta de agua. O por esas enfermedades que padecen las plantas. Esquivando las piedras para no alterarlas, caminaba a paso rápido en busca de las necesitadas ramas. No me sería fácil treparlas, pese a que esa fobia ya había sido superada.